Jorge Daniel Camarena coordinó la publicación del Washington Post en México y ha sido coeditor de política. Se ha especializado en la agenda binacional entre México y Estados Unidos.
El 2015 está a punto de concluir y el fenómeno mediático que ha sido el tiburón empresarial dentro de la carrera presidencial de Estados Unidos, Donald Trump, no parece concluir.
Las principales encuestas de los diarios estadounidenses lo mantienen como el primer lugar indiscutible entre los aspirantes a la nominación republicana. Todas, salvo la hecha por NBC y el Wall Street Journal, le dan una ventaja de dos dígitos sobre sus contendientes.
Pero la influencia de Tump no sólo se reduce a su avasallador sometimiento de Jeb Bush, Ben Carson, Chris Christie, Ted Cruz, Carly Fiorina, Jim Gilmore, Mike Huckabee, John Kasich, George Pataki, Rand Paul, Marco Rubio, y Rick Santorum, dentro de las campañas del Grand Old Party. El sábado pasado quedó claro que ha trascendido la barrera del partidismo incluso antes de que arranquen los caucus y primarias republicanas.
En el último debate demócrata del año, quedó claro que Trump también es unreto a vencer para los candidatos del partido incumbent en la Casa Blanca.
Simple y llanamente fue uno de los temas que, junto con el Estado Islámico (ISIS, por su sigla en inglés) y Siria, destacó dentro del debate demócrata.
Hillary Clinton lo llamó una “amenaza” para la seguridad del país y el “principal reclutador del Estado Islámico”, debido a sus recientes declaraciones islamofóbicas.
Incluso para el analista político del Washington Post, Chris Cillizza, debido a sus constantes menciones dentro del debate demócrata, Donald Trump fue uno de los ganadores de ese ejercicio democrático.
“Nadie ama la atención más que Donald. Y, su nombre fue invocado una y otra vez el sábado por la noche (…) Uno casi podía imaginarse a Trump sonriendo cada vez que Hillary lo atacaba. Apuesto a que Trump mencionará en su discurso de campaña todas la veces veces que fue atacado por Clinton, como prueba de que los demócratas están obsesionados con él”, escribió Cillizza horas después del debate.
Sin embargo, Trump, junto con su fama, está atrayendo atención no deseada: grupos supremacistas blancos han encontrado en la retórica agresiva del magnate la lengua familiar del agravio y resentimiento secesionista.
Aún falta más de medio año para que todos los caucus y primarias republicanas terminen con el vencedor de la campaña interna republicana. Queda por ver si el impulso de Trump le alcanzará no con las bases republicanas, sino con la parte más moderada del partido, aquella que reconoce que se debe apelar a los votos de las ya no tan minorías –negras, hispanas, asiáticas y homosexuales– de Estados Unidos.
¿Se desinflará Trump o recaerá la prudencia en el Grand Old Party?
Quizás no tengamos que esperar demasiado por esa respuesta.
Encore
Recuerdo de niño haber entrado varias veces al estudio de su casa en San Mateo y maravillarme con su restirador, vestido con la caricatura en ciernes, y la magia creativa que vibraba en ese cuarto. En ese entonces, jamás pensé que la vida me llevaría al oficio del periodismo. Yo quería ser músico y lo que más supo de mí fue mi amor por la música. Hoy es demasiado tarde, pero hay un millón de cosas que me habría gustado preguntarle. Los bellos recuerdos son el lugar de su reposo. Hasta pronto, tío David Carrillo.