Mucha controversia ha causado el despido de la periodista mexicana Carmen Aristegui de la estación MVS Radio, después de haber criticado a Angélica Rivera, primera dama de México, por la costosa ropa que lucieron ella y sus hijas durante la visita de estado que realizaron en la Gran Bretaña.
No era la primera vez que la comunicadora criticaba a la esposa del presidente. También dio a conocer con lujo de detalle la famosa y millonaria “Casa Blanca” que Rivera compró “con el sudor de su frente”, además de siempre haber reportado muchísimos otros casos de corrupción y abuso de poder de la administración de Enrique Peña Nieto.
La salida de Aristegui, de acuerdo a la estación radiofónica, se debió a un problema “laboral” y no “político” y la de sus más cercanos colaboradores, a “un abuso de poder y confianza por haber usado, sin permiso, el nombre de MVS” en el lanzamiento Mexicoleaks, una nueva iniciativa en internet que propone luchar en contra de la corrupción.
Carmen comentó al aire todo el problema y amenazó a la gerencia con renunciar si no recontrataban a sus colaboradores. La empresa no cedió y la periodista dejó de trabajar para ellos, dándoles una cátedra de lo que es la lealtad y la ética profesional.
Lo cierto es que Carmen Aristegui se ha ganado a pulso la credibilidad y la confianza de sus radioescuchas y de la mayoría de los mexicanos que ya están hartos de los abusos de los gobernantes y que ven en Carmen a una especie de heroína urbana que da voz a sus impotencias y frustraciones. Una voz que no tiene miedo. Una voz que se oye en todos los ámbitos sociales, empresariales y gubernamentales de México y otros países.
Es muy clara la asquerosa estrategia que utilizó MVS para deshacerse de Aristegui y muy clara la mano negra del gobierno de Enrique Peña Nieto. Se me enchina la piel y se me revuelve el estómago al recordar un hecho similar e histórico que sucedió hace más de 40 años.
La revista Proceso nació a raíz del “golpe de estado” orquestado en 1968 por la administración del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz en contra del periódico Excélsior y sus dirigentes, Julio Scherer y Vicente Leñero, quienes fueron atacados, golpeados y lanzados fuera del edificio del diario por el supuesto sindicato que los derrocó. Fue un movimiento sucio, cobarde y muy obvio que todo el mundo entendió. La reacción de periodistas, intelectuales y artistas no se hizo esperar. Pero de nada sirvió. Excélsior se convirtió en un esbirro más del gobierno y de la opresión.
Callaron por un momento a las voces que informaban a la ciudadanía de los sucesos violentos y la corrupción que se vivían en esos momentos y que desencadenaron en la trágica matanza de cientos de estudiantes en Tlatelolco en octubre de ese mismo año.
Julio y Vicente, a pesar de que fueron perseguidos con saña y amenazados, decidieron fundar una publicación independiente que reflejara las opiniones y las historias de periodistas honestos, íntegros, que no estuvieran comprometidos con ninguna agenda política. El inicio fue muy difícil y muy costoso, pero la verdad y la razón lograron imperar. Una hazaña que ya forma parte de las páginas de la historia del periodismo en México.
Más de 40 años han pasado. Scherer y Leñero ya no están pero seguimos viviendo con gobernantes corruptos que continúan pisoteando el honor y las esperanzas de un pueblo que ya no cree en nada.
Carmen Aristegui sigue en la lucha por informar con la verdad, en contra de viento y marea, no por nada el club de Periodistas de México le acaba de otorgar el “Premio Nacional de Periodismo”. De seguro encontrará de inmediato el medio para seguir en contacto con sus millones de seguidores y de seguro el gobierno tratará de callarla una vez más.
¿Hasta cuándo?
#YOSOYCARMENARISTEGUI
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