En una Plaza San Pedro bañada por dos días consecutivos de lluvia, el 13 de marzo de 2013 se asomó por primera vez del balcón de la Catedral más famosa del mundo un hombre que hablaba italiano con acento español; era casi un desconocido y nadie imaginó que cambiaría en pocos meses el destino y el ánimo triste y decadente en el había caído la Iglesia católica y el cristianismo.
El pontificado de Francisco cumple 3 años, un tiempo breve en realidad para tantos cambios que han transformado a la Iglesia católica, radicalmente, tanto dentro como fuera. El mundo religioso, el laico y el poder político global aprendieron en estos tres años a reconocer y respetar la autoridad moral de un hombre y de una institución, a través de la sencillez, la humildad y la determinación.
Francisco, en poco tiempo, transformó no sólo la visión de la iglesia católica, sino la imagen del Papa.
Benedicto XVI, después de su discreta renuncia, había dejado al mundo una visión solemne y tradicional de la iglesia católica y del papa. Su periodo de gobierno en la Santa Sede se ha identificado como uno de los tiempos más oscuros y polémicos de la Iglesia Católica moderna.
Desde las primeras palabras que Francisco pronunció en el balcón de la Catedral de San Pedro: “Hermanos y hermanas, buenas tardes”, le dejó saber al mundo que la Iglesia de estos tiempos necesitaba un líder que antepusiera la humildad y la sencillez por encima de la autoridad y el raído formalismo que hasta esos días tenía la figura de un Papa.
Desde aquel día Francisco dejó claro que para él ser un Papa es una misión humilde y se ha acercado cada vez más a la gente con conceptos sencillos y términos que usualmente no formaban parte de ningún discurso religioso; palabras como “ternura”, “vergüenza”, “corrupción” y “revolución” han formado parte de muchos de sus discursos.
Cuando salió de Cuba para dirigirse a Estados Unidos dijo: “…Cada vez que vemos a María volvemos a creer en la fuerza revolucionaria de la ternura y el afecto”.
Después de un terrible naufragio ocurrido en Lampedusa, en el mar Mediterráneo, donde cientos de inmigrantes procedentes de Africa perdieron la vida, Francisco levantó la voz para decir:
“…no puedo recordar sin dolor las numerosas víctimas del enésimo trágico naufragio de hoy en Lampedusa. Me viene la palabra vergüenza: ¡Es una vergüenza!, dijo refiriéndose a la falta de atención al problema por parte de la Unión Europea.
La creciente popularidad de Francisco se la debe, en parte, a esta era de la rápida comunicación tecnológica que le tocó vivir, donde sus mensajes le dan la vuelta al mundo en minutos, pero también a su manera natural y espontánea de llevar sus discursos de esperanza y paz con un lenguaje universal e incluyente.
Entre las cualidades que le han permitido a Francisco conquistar su tiempo está también su gran sensibilidad para incluir a los más necesitados como parte central de sus discursos.
“Nunca debemos permitir que la cultura del bienestar nos anestesie, volviéndonos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros…”
¡No se olviden de los pobres! Este es el principal desafío que tienen ustedes como líderes en el mundo de los negocios. Quien tiene los medios para vivir una vida digna, en lugar de preocuparse por sus privilegios, debe tratar de ayudar a los mas pobres…” , dijo durante su disurso ante el Foro Económico Mundial, en Suiza, en diciembre de 2015.
Un papa que se conecta con la humanidad
Sus mensajes están dirigidos a los hombres, mujeres, jóvenes y niños de este tiempo y tienen un valor que rebasa su origen religioso.
Francisco se conecta con la humanidad, no sólo con los católicos o cristianos. Su discurso de fe es abarcador, global, rebasa las fronteras de una Iglesia que se había quedado inmóvil desde la partida de Juan Pablo II.
El mejor y más trascendente ejemplo de la actualidad y trascendencia de su discurso es su encíclica “Laduato sí”, donde hace reflexiones muy profundas sobre el cambio climático y propone una ecología integral.
“El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos y no podemos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a las causas que tienen que ver con la degradación humana y moral”.
Un hombre de corazón joven
El pontífice argentino, además de tener un corazón joven, ha tenido a su favor su propia autenticidad: Ha contado con su gran habilidad y experiencia política y su capacidad e inteligencia para adaptar su discurso de fe a las exigencias históricas actuales.
El mensaje cristiano que enseña Francisco es una puerta abierta para todos, donde el vivir y practicar la fe no pesa; donde creer es motivo de orgullo y fortaleza espiritual porque es un valor de nuestro tiempo.
Pasará seguramente a la historia como el primer Papa posmoderno; entendida la modernidad como la capacidad de asimilar las necesidades espirituales de este tiempo y su determinación para comunicarse a través de un evangelio vivo, fresco, renovado.
Será recordado como el primero en predicar con sus mensajes una fe concreta, útil en la vida cotidiana; una fe simple, que dista mucho de ser de un dogma que oprime.
Francisco es un hombre del futuro y se ha convertido en 3 años en un líder de nuestro tiempo; uno de los pocos que está enseñando con paciencia al mundo, como una madre enseña a su hijo, a conocer el enorme poder de la esperanza.