Jorge Daniel Camarena coordinó la publicación del Washington Post en México y ha sido coeditor de política. Se ha especializado en la agenda binacional entre México y Estados Unidos.
Agustín Francisco de Asís Basave Benítez, un viejo conocido de la política mexicana, pero un forastero del voto popular, se convirtió el pasado sábado 7 de noviembre en el nuevo líder del oposicionista Partido de la Revolución Democrática (PRD).
En su reseña como columnista del diario El Universal, para el cual ha colaborado, se describe a Basave como “Colosista (seguidor de la filosofía política del ex candidato presidencial priísta Luis Donaldo Colosio), reformista irredento, tras el asesinato de su amigo formó varios movimientos disidentes para refundar al PRI hasta que, desencantado, renunció a su militancia; socialdemócrata de viejo cuño, hoy se autodefine como un ciudadano de centro izquierda. Se dedica de lleno la academia y al periodismo porque, dice, está tan decepcionado de la política como la política lo está de él”.
Hoy, en su nueva aventura partidaria, en la que ya no luce tan decepcionado de la política, el también ex embajador de México en Irlanda pretende –según sus dichos– guiar hacia su renacimiento al PRD, que se encuentra en una clara vorágine de desprestigio.
No será tarea sencilla.
La hecatombe del PRD, que ocurre en un periodo de tres años, tras haberse coronado como la segunda fuerza política nacional en la elección federal del 2012, tiene muchos orígenes y nombres. No obstante, tres situaciones se convirtieron en los principales estoques que hoy tienen inmerso al sol azteca en una de sus peores crisis:
Primero, la firma del Pacto por México. El acuerdo político, firmado, primero, en lo oscurito, entre los tres principales partidos –el oficialista PRI, el PAN y el PRD– masacró la imagen opositora del PRD. Dicho pacto fue firmado por el entonces presidente nacional, Jesús Zambrano Grijalva –perteneciente a la dominante tribu conocida como Los Chuchos– quien no consultó con el resto del partido la adhesión del PRD a dicho instrumento, ideado por el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Segundo, las omisiones del partido que llevaron a varios personajes ligados al crimen organizado a ocupar puestos de elección popular, impulsados por la bandera perredista. El más notable es el ex presidente municipal de Iguala, Guerrero, José Luis Abarca Velázquez, quien permanece detenido por los delitos de delincuencia organizada, secuestro y homicidio calificado por el caso de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero.
Tercero, la terrible administración del actual jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera Espinosa. Pese a su buena apariencia, el perfil policiaco del mandatario de la capital del país lo ha llevado a tomar decisiones sumamente impopulares en la ciudad de México (antiguo bastión perredista) –como la pifia del doble Hoy No Circula y su posterior abrogación, sólo por citar una–. Esto, más el actual estado de inseguridad en la ciudad, llevó al PRD a una escandalosa derrota en la pasada elección intermedia, siendo Mancera el verdugo del partido que lo llevó a ocupar su puesto.
Ante tal reto, ¿es acaso Basave el hombre indicado para el PRD?
Al rendir protesta como presidente nacional, el regiomontano aseguró que “es necesario lograr un nuevo consenso ideológico y programático, con unidad y reconciliación con todos”. Asimismo, afirmó que se ha terminado el tiempo de pactos (refiriéndose al firmado por Zambrano) y que el partido, bajo su mandato, no solapará “a ningún delincuente que se escude tras de nuestro emblema, por poderoso o útil que sea, más vale perder una clientela que recibir el repudio ciudadano”.
Si bien parte de su discurso inicial reconoció los principales problemas que enfrenta el PRD, y su perfil es de un líder mesurado aparentemente alejado de Los Chuchos –lo cual podría ayudar a mejorar la imagen del partido–, el nuevo líder del PRD tendría que atender un problema más inmediato: la pérdida de votos ante la creciente presencia y poder del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) partido del ex candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, como nuevo emblema de la oposición de izquierda en México.
Para el PRD será preponderante no perder su modus vivendi ante Morena, lo que significaría una pugna entre dos partidos de la oposición izquierdista. Y, por el momento, no se vislumbra una alianza electoral entre ambos.
Esto significaría –y no por desearle mal al PRD– que su permanencia y sobrevivencia atomizaría los sufragios destinados hacia la oposición. Es así que se dividirían las preferencias de los votantes entre los mismos partidos que buscan acabar con la nueva hegemonía del PRI.
No hay que olvidar que la carrera por el 2018 ya está en disputa y una máxima aplicada en la política es “divide y vencerás”.
Quizás, sólo se trata de nuestra desconfianza.