Bruselas.- La tensión es visible en el vagón que empieza a dejar la estación de metro Schuman en dirección a Maelbeek, donde el 22 de marzo el estallido de una bomba quitó la vida a 20 personas en uno de los dos ataques terroristas cometidos en Bruselas.
Un grupo de adolescentes ríe nervioso: “es que llegamos a la estación de la muerte. Me da cosa”, dice uno.
Las conversaciones paralelas cesan por un momento, como si los pasajeros retuviesen el aire en aprehensión.
La línea que incluye a Maelbeek, cruzando la capital belga de este a oeste y pasando por debajo de las instituciones de la Unión Europea y del gobierno belga, fue reactivada pocos días después de los atentados para permitir que la población retomase la vida.
Sin embargo, la estación afectada permanece cerrada y, mientras el tren pasa por el andén en velocidad reducida, los pocos pasajeros que se atreven a mirar por las ventanas no ven más que grandes paneles azules escondiendo los trazos de la explosión.
Son las 09:00 hora local (11:00 GMT), la hora crítica, elegida por el terrorista Khalid El Bakraoui para accionar sus explosivos, hace un mes.
Los atentados en Bruselas, en los que también participó Khalid El Bakraoui, quien activó sus bombas en el aeropuerto internacional Zaventem, dejó 32 muertos y 230 heridos, en un doble ataque reivindicado por el Estado Islámico.
“No me gusta pasar por aquí, mucho menos a esa hora, pero no tengo más remedio. La vida continúa y uno tiene que ir al trabajo todos los días”, se resigna una señora.
El espacio libre en el vagón en pleno día de semana hace evidente que muchos usuarios de la línea optaron por otros medios de transporte, mientras que muchas organizaciones y compañías internacionales instaladas en Bruselas suspendieron el desplazamiento semanal de sus funcionarios.
“Los hoteles están vacíos. Hablamos ya de una pérdida de 300 millones de euros (unos 339 millones de dólares) para este año por causa de los atentados, después de haber empezado el año con perspectivas de ganancias y proyectos de inversión”, cuenta a Notimex una alta funcionaria de una red de hoteles con filiales en la región de Maelbeek.
Son pocas las empresas que se atreven a contabilizar las pérdidas por miedo de alejar aún más clientes e inversos.
La federación de empresas, comerciantes e industrias belgas (Beci) afirma que diez mil empleos están amenazados.
En el centro de la capital, los comerciantes se quejan de una nueva caída en la frecuentación turística, justo cuando los negocios empezaban a recuperarse de los efectos producidos por los atentados del 13 de noviembre en París.
En la ocasión, Bruselas pasó una semana en cierre forzado por el riesgo de que un ataque similar se produjera en su suelo.
Esta vez, además del miedo, una de las razones del abandono de la ciudad es la situación en el aeropuerto internacional de Zaventem, blanco del primer ataque con dos bombas el pasado 22 de marzo.
Diez días después de tener su área de registros totalmente destruida por la doble explosión, el edificio volvió a funcionar utilizando una estructura provisional y con acceso restricto a los pasajeros.
Sin embargo, las operaciones se limitan actualmente a 450 vuelos diarios, frente a 650 antes de los atentados.
La administración espera poder abrir parte del área afectada por las explosiones en las próximas semanas y alcanzar su capacidad normal hasta finales de junio, justo antes de las vacaciones europeas de verano.
Para apoyar los comerciantes, el gobierno federal anunció esta semana una serie de medidas, entre ellas la suspensión temporal de los impuestos turísticos para los hoteles y una ayuda de 400 mil euros para reforzar la seguridad en las salas de espectáculos.