Washington.- Los republicanos pueden atribuir las divisiones en su partido a su posición unida contra el presidente Barack Obama.
La resistencia visceral de los conservadores a todo lo que tuviera que ver con Obama —el hombre, su autoridad y sus políticas— contribuyó al surgimiento del movimiento Tea Party, gracias al cual el Partido Republicano logró triunfos políticos en diversos estados y mayorías históricas en el Congreso.
Sin embargo, en el movimiento y sus victorias estaban contenidas las semillas de la destrucción, evidentes ahora en la fractura de esa fuerza política a causa de Donald Trump, que lidera el proceso interno para la elección del candidato presidencial republicano.
Las políticas de Obama, desde la ambiciosa ley de 2010 con la que reformó el sistema de salud hasta sus acciones unilaterales sobre la inmigración, irritaron a los conservadores, que censuraron la agenda activista del mandatario y alegaron que se había extralimitado constitucionalmente. “Casi socialista”, afirmó la publicación digital Tea Party Express.
Mediante ese descontento, los republicanos consiguieron el control de la mayoría en la Cámara de Representantes en 2010 y una ganancia neta sorprendente de 63 bancas debido a que los votantes eligieron a candidatos del Tea Party y a personas ajenas a la política convencional. Cuatro años después, el Partido Republicano también logró la mayoría en el Senado.
Sin embargo, a pesar de esas cifras, los republicanos no lograron revocar políticas del gobierno de Obama ni derrotar al presidente demócrata en los comicios de 2012, lo cual aumentó aún más la ira de las bases de esa fuerza.
Ahora el partido de Abraham Lincoln está enfrascado en una guerra civil, en la que se enfrentan la corriente convencional republicana —temerosa de sufrir una paliza electoral en noviembre— y el impredecible Trump, que ha aprovechado la animosidad de los electores hacia Washington y los políticos.
“No habría Donald Trump sin Barack Obama”, afirmó el senador republicano Lindsey Graham, de South Carolina. Según el legislador, que no es admirador de Trump, el resentimiento hacia Obama, aunado a la actitud interna republicana hacia los inmigrantes, son las causas de la profunda división en el partido y el ascenso del multimillonario.
A los republicanos de la corriente tradicional les urge hallar una forma de seguir adelante junto con Trump, quien ha anunciado su compromiso de construir un muro en la frontera con México, impedir el ingreso de los musulmanes a Estados Unidos y que fue vago en su respuesta cuando le preguntaron sobre el apoyo del exdirigente del Ku Klux Klan, David Duke, a su causa.
El magnate ha reunido para su iniciativa una coalición cada vez mayor de obreros, estudiantes de secundaria y personas que ansían un candidato práctico y firme.
“Creo que no saben cómo proceder en su intento de reconciliar esta ala nihilista del Partido Republicano con los principios conservadores”, señaló el senador Dick Durbin, de Illinois, el demócrata número dos en el Senado.
“La ciudadanía estadounidense está harta”, dijo por su parte el representante republicano Tom Marino, de Pennsylvania, uno del reducido número de legisladores que apoya a Trump en el Congreso. “Y si los funcionarios electos no se dan cuenta de ello, nos quedaremos sin trabajo”.