Ciudad del Vaticano.- El Papa Francisco pidió hoy a los sacerdotes católicos estar “bien cansados”, no ser quejosos ni mundanos, distanciarse de quienes “usan perfumes caros”, “te miran desde arriba” o “andan por la ciudad en autos de vidrios polarizados”.
Acompañado por decenas de presbíteros, Francisco celebró la Misa Crismal (una de las ceremonias de la Semana Santa), y puso en guardia ante las tentaciones de un “mal cansancio” o la ausencia de este en los ministros de culto.
“El cansancio de los sacerdotes… ¿Sabéis cuántas veces pienso en esto: en el cansancio de todos vosotros? Pienso mucho y ruego a menudo, especialmente cuando el cansado soy yo”, dijo, en un largo sermón.
“Rezo por los que trabajáis en medio del pueblo fiel de Dios que les fue confiado, y muchos en lugares muy abandonados y peligrosos”, agregó el pontifice tras constatar que conducir al “pueblo fiel” es duro.
El Papa pidió a los sacerdotes evitar la tentación de “reposar de cualquier manera” y cuestionó cuando ellos tratan de despejarse buscando “descansos más refinados, no los de los pobres sino los que ofrece el mundo del consumo”.
Recordó que las tareas pastorales, como “curar a los de corazón quebrantado y consolar a los afligidos”, no son fáciles ni exteriores, sino que implican capacidad de compasión.
“Nos alegramos con los novios que se casan, reímos con el bebé que traen a bautizar; nos apenamos con el que recibe la unción en la cama del hospital, lloramos con los que entierran a un ser querido (…) Tantas emociones, tanto afecto, fatigan el corazón del pastor”, estableció.
“Para nosotros sacerdotes las historias de nuestra gente no son un noticiero: nosotros conocemos a nuestro pueblo, podemos adivinar lo que les está pasando en su corazón; y el nuestro, al compadecernos, se nos va deshilachando, se nos parte en mil pedacitos”, apuntó.
Entonces mencionó tres tipos de cansancios: el “cansancio de la gente”, el “cansancio de los enemigos” y el “cansancio de uno mismo”. El primero –explicó- es bueno, porque es agotador el contacto con las multitudes pero está “lleno de frutos y de alegría”.
Aseguró que la gente “ama, quiere y necesita a sus pastores”, por eso no los deja sin tarea “salvo que uno se esconda en una oficina o ande por la ciudad en un auto con vidrios polarizados”.
“Este cansancio es sano. Es el del sacerdote con olor a oveja, pero con sonrisa de papá que contempla a sus hijos o a sus nietos pequeños. Nada que ver con esos que huelen a perfume caro y te miran de lejos y desde arriba”, señaló.
“Si Jesús está pastoreando en medio de nosotros, no podemos ser pastores con cara de vinagre, quejosos ni, lo que es peor, pastores aburridos”, añadió.
Sobre “el cansancio de los enemigos” constató que el demonio y sus secuaces no duermen para acallar y tergiversar la palabra de Dios. Insistió que “el maligno es astuto” y puede tirar abajo en un momento lo construido con paciencia. Por ello, recomendó a los sacerdotes aprender a “neutralizar el mal”.
Pero sostuvo que el cansancio más peligroso es el “de uno mismo”: Una fatiga “auto-referencial”, el “jugar con la ilusión de ser otra cosa” y “coquetear con la mundanidad espiritual”.
“Sepamos aprender a estar cansados, pero ¡bien cansados!”, sentenció el Papa Francisco.