Roma, Italia.- En una solemne ceremonia celebrada en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco ofició su primera misa en ocasión de la festividad de la Virgen de Guadalupe.
En coincidencia con la fiesta de la patrona de América Latina, el Pontífice indicó que especialmente en este continente es fundamental aliviar los sufrimientos de los que tienen hambre y sed de justicia, en una referencia implícita a las altas tasas de criminalidad que padecen países como Colombia, Venezuela y México.
“Nos sentimos movidos a pedir que el futuro de América Latina sea forjado por los pobres y los que sufren, por los humildes, por los que tienen hambre y sed de justicia”, clamó.
Ante la imagen de la Virgen de Guadalupe a los pies del altar de la basílica, rodeado por las banderas de todos los países latinoamericanos, el Papa Francisco recordó así la historia que cuenta la tradición mexicana sobre las cuatro apariciones de la Virgen María a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac. Este relato, de acuerdo con la historiografía religiosa de América Latina, constituye uno de los episodios fundamentales del cristianismo en el continente.
“Por su intercesión (de María), la fe cristiana fue convirtiéndose en el más rico tesoro del alma de los pueblos americanos”, dijo el argentino, recalcando nuevamente que esta herencia también se manifiesta en el continente en la lucha por la justicia para los más pobres y desamparados.
“(Es) ese ethos de los pueblos que se muestra en la conciencia de dignidad de la persona humana, en la pasión por la justicia, en la solidaridad con los más pobres y sufrientes, en la esperanza a veces contra toda esperanza”.
Además, recordó que Dios perturba a los ricos y potentes, y subvierte a sus jerarquías.
“Dios se complace en subvertir las ideologías y jerarquías mundanas”, afirmó el Papa.
“Enaltece a los humildes, viene en auxilio de los pobres y pequeños, colma de bienes, bendiciones y esperanzas a los que confían en su misericordia de generación en generación, mientras derriba de sus tronos a los ricos, potentes y dominadores”.
La misa fue concelebrada por 750 sacerdotes, la mayoría latinoamericanos que viven o estudian en Roma, y cinco cardenales del continente americano: el mexicano Norberto Rivera Carrera; el brasileño Raymundo Damasceno Assis, el chileno Francisco Errázuriz, el canadiense Marc Ouellet y el estadounidense Sean O’Malley.