Madrid.- La duquesa de Alba presumió de ser una aristócrata que nadaba contra corriente en España. El estilo distendido de vida que eligió, sus tres matrimonios y el eco que siempre tuvo en la prensa del corazón rompieron ocho siglos y 17 generaciones de rigurosa discreción.
María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva o, como se le conoce, Cayetana de Alba, la persona que más títulos nobiliarios atesoraba en el mundo según el libro Guinness de los Récords, falleció el jueves a causa de una neumonía. Tenía 88 años.
La duquesa murió en su residencia del Palacio de Dueñas, del siglo XV, en Sevilla, al sur del país. Fiel a su estilo rompedor, no será enterrada en el panteón familiar de Loeches, a las afueras de Madrid. Los restos de Cayetana de Alba reposarán en la capilla de la popular hermandad católica de los Gitanos de Sevilla, de cuya imagen titular, Nuestro Padre Jesús de la Salud, era ferviente devota.
El epitafio elegido por ella misma para su tumba dice: “Aquí yace Cayetana, que vivió como sintió”.
“Mi pésame por el fallecimiento de la duquesa de Alba”, escribió el presidente Mariano Rajoy en Twitter. “Le debemos el cuidado de un patrimonio artístico esencial para comprender la historia”.
“Ha fallecido una mujer que ha marcado una etapa muy importante en la historia de España, pero sobre todo en la de Sevilla”, agregó el alcalde sevillano Juan Ignacio Zoido en declaraciones a periodistas.
Su hijo mayor Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, de 66 años, será el decimonoveno duque de Alba y el encargado de perpetuar el legado de una de las familias de la nobleza europea con más patrimonio.
Cayetana de Alba fue parte de un linaje que se remonta a 1326 y que tiene entre sus antepasados a la reina María Estuardo de Escocia y parientes de renombre como Winston Churchill. Compartió juegos siendo apenas una niña con la reina Isabel de Inglaterra — las dos nacieron con apenas un mes de diferencia en 1926 — durante su infancia en Gran Bretaña, donde su padre trabajaba como embajador de España.
La joven Cayetana se rebeló contra la tradición de su apellido y transgredió en seguida con la imagen de sobriedad que siempre había acompañado a la familia. El gusto por la ropa de color, casi de estilo hippy incluso en los últimos años de vida, y sus continuos viajes y salidas nocturnas captaron la atención de la prensa de la farándula.
“Las locuras que de verdad he cometido y que no han tenido remedio, creo que me las voy a llevar conmigo”, dijo en la presentación de sus memorias “Lo que la vida me ha enseñado” en 2013. “He cometido menos locuras por amor de las que había pensado cometer. Al final, casi siempre se ha impuesto la cordura y el peso de la Casa”.
Se casó por primera vez con el aristócrata Luis Martínez de Irujo y Artacoz en 1947, en una de las bodas más grandes jamás vistas en España. Las crónicas de la época cifraron el coste en unos 20 millones de pesetas, una auténtica fortuna en aquel entonces. España vivía los rigores económicos posteriores a la guerra civil (1936-1939) bajo la dictadura de Francisco Franco. La pareja tuvo seis hijos.
Cayetana tomó las riendas de la Casa de Alba a la muerte de su padre Jacobo Fitz-James Stuart en 1953. Ella sola aglutinó entonces una impresionante herencia, que actualmente incluye 14 títulos de “Grande España”, cinco ducados, palacios, tierras y fincas por todo el territorio español, además de una envidiable colección de arte con obras de Francisco de Goya, El Greco, Tiziano, Fra Angelico y Francisco de Zurbarán, entre otros.
La estimación de la revista Forbes valora la fortuna de los Alba en 3.500 millones de dólares.
Su primer marido falleció en 1972. Cayetana de Alba se casó poco después con Jesús Aguirre, un jesuita que militó en grupos de izquierda antifranquistas antes de abandonar el sacerdocio. El matrimonio no contó con la bendición de la nobleza, muy reticente a abrir las puertas de su mundo a alguien ajeno.
La duquesa no se intimidó. Dejó su residencia del Palacio de Liria, en pleno centro de Madrid, y se trasladó a Sevilla, atraída por el calor del sur andaluz, la pasión que sentía por el flamenco, la tauromaquia y la vida social de la gente.
Aguirre murió en 2001. No tuvieron hijos. Cayetana de Alba permaneció en Sevilla, donde no siempre fue bien recibida. El gobierno regional le concedió el título de hija predilecta en 2006. La medida soliviantó a un sindicato de jornaleros, que ocupó una de sus fincas de Andalucía y pidió su devolución al pueblo. La duquesa los calificó de “locos” y “delincuentes”.
Los agricultores demandaron a la duquesa, que fue absuelta de un delito de injurias.
Cayetana de Alba guardó una última sorpresa. Cuando tenía 85 años anunció su tercer y último matrimonio con Alfonso Díez, un funcionario de la Seguridad Social 25 años más joven que ella. La boda, en octubre del 2011, desencadenó un terremoto familiar. Díez tuvo que renunciar a cualquier derecho sobre el legado de la Casa de Alba y la duquesa repartió la jugosa herencia entre sus seis hijos para poder casarse.
“Un corazón enamorado late igual a los 14 que a los 80 años”, declaró la duquesa entonces. “Alfonso sólo me quería a mí y, sin embargo, hasta que no firmó la renuncia a la herencia y no repartí el legado de los Alba entre ellos (mis hijos), las aguas no volvieron a su cauce”.
Díez y la duquesa dedicaron la mayor parte del tiempo a viajar. Pero la salud de Cayetana de Alba comenzó pronto a resentirse. Primero se rompió la pelvis y posteriormente el fémur en Roma. Sus últimas apariciones públicas, muy deteriorada físicamente, eran siempre en silla de ruedas.