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La música y las letras de sus canciones, en voz de cientos de mariachis que diariamente se ganan la vida en la Plaza Garibaldi, le dieron un emotivo recibimiento y una llorada despedida, al cuerpo de Joan Sebastian, al que finalmente le tocarían “Las Golondrinas” y le dirían “adiós para siempre adiós”.
Apenas 15 minutos estuvo Joan en la emblemática plaza, pero suficiente para recoger el cariño de la gente que lo admiraba, que compró sus discos, que le dio éxito y lo hizo famoso, y que le quería despedir, aunque fuera con un saludo de adiós, a lo lejos de la carroza con sus restos.
De Garibaldi, el cortejo partió otra vez rumbo a Morelos, pues aún falta el cuarto día del funeral; mañana , muy temprano, se irán a Juliantla, la tierra que lo vio nacer y en donde la gente ya lo espera con unan misa; después harán un recorrido por los pueblos donde creció y que tanto amaba, incluso, se tiene pensado ir a Taxco, Guerrero. Nada es excesivo, todo es en respeto a la voluntad de Joan y al cariño del público.
“Todo esto, sólo es cumplimento de sus deseo, él quería que lo llevaran a despedir de todo el público, de todos aquellos que compraron sus discos, sus casets, que fueron a aplaudirle por su canto o que pagaron un boleto para disfrutar de su espectáculo de jaripeo”.
Aunque agotado, José Manuel no se rinde para cumplir los deseos de Joan, incluso, cuando tiene que cambiar los planes porque “se le sale de las manos” la organización del extenso funeral. Tuvo que sacar el féretro de la Sociedad de Autores y Compositores, porque era interminable la fila de seguidores que querían verlo y no iban a terminar jamás. Lo llevó entonces a Garibaldi, lo llevó ante el pueblo.
“La admiración por la música y trayectoria de mi padre, ha sido grande y tan abundante que, la verdad, esto se nos está saliendo de las manos, hemos decidido darles y darle a él una despedida que exige el pueblo de México, la Ciudad de México. La Gran Tenochtitlán quiere despedirse de mi padre, hemos decidido darles y dar un recorrido con mi padre”.
José Manuel, el hijo mayor de Joan, señaló que es imposible desairar el amor y el cariño de la gente por su papá, pues ha recibido verdaderas muestras de amor “La gente de Juliantla, al ver que no estaría su cuerpo ahí para una misa, hizo una procesión a pie, hasta Cuernavaca, cargando la Virgen de la Candelaria, por varias horas, con tal de ir a rezarle un Rosario a mi papá, llegaron a las dos de la mañana; la verdad, es que eso, yo no tengo cómo pagarlo, nada más que llevándoselos para que lo despidan como debe ser, creo que es justo y necesario”.
Puntualizó, que su papá era un artista para el que primero estaba el público, aún enfermo, por respeto, se subía a cantar y lo daba todo y más, jamás negaba un saludos, un autógrafo, una sonrisa, “le tenía un gran respeto y cariño al público que le respondió igual, aún en su muerte. Él decía que si el público no lo hubiera apoyado, no hubiera llegado a ser lo que era, por eso lo amaba tanto”.
Aún falta mañana.