Phoenix, Arizona .- Con su impresionante estatura, Randy Johnson se paraba en el montículo y miraba a los bateadores, luciendo intimidante aún antes de lanzar la pelota.
Cuando soltaba el brazo zurdo, su talento igualaba sus 2,08 metros de estatura (6 pies y 10 pulgadas).
Con una recta de humo y un slider devastador, Johnson tuvo una carrera que rivaliza con la de los mejores pitchers izquierdos de la historia. Tiene una larga lista de logros que lo hacen un candidato seguro a ingresar al Salón de la Fama, cuyos nuevos integrantes serán anunciados el martes.
Sus mejores campañas fueron con los Diamondbacks de Arizona, donde ganó cuatro premios Cy Young de manera consecutiva de los cinco en total que obtuvo, y ganó su único título de Serie Mundial.
“Sabíamos que cada cinco días veríamos a uno de los competidores más feroces en la historia de este deporte”, dijo Bob Brenly, quien fue su manager en Arizona. “En cada partido lanzaba como si eso fuera lo más importante en su vida”.
Desde su retiro en 2009, Johnson se ha alejado del béisbol y concentra sus actividades en la fotografía, tomando imágenes de sus amigos roqueros, viajando y reuniéndose con soldados de Estados Unidos en Kuwait, Irak y Guantánamo.
Johonson jugó durante 22 campañas para Montreal, Seattle, Houston, Arizona, los Yanquis de Nueva York y San Francisco, logrando marca de 303-166.
Encabezó la liga en bateadores abanicados nueve veces, la tercera mejor marca en la historia detrás de Walter Johnson y Nolan Ryan. Su promedio de 10,6 ponches por cada nueve innings lo sitúan en primer sitio entre los pitchers.
En seis temporadas ponchó al menos a 300 bateadores y está empatado con Ryan en el primer lugar de esa categoría.
Lanzador de gran velocidad pero con tendencia al descontrol en la universidad y sus primeros años como profesional, Johnson trabajó con Ryan y el coach de pitcheo Tom House en 1992 para mejorar su mecánica de lanzamiento, lo que le ayudó a lograr un gran control.
“Su físico no es el común para un pitcher de Grandes Ligas”, dijo Brenly. “Para él fue difícil convertirse en el lanzador de fines de su carrera luego de ser alguien con descontrol”. En 2001, Johnson abanicó a 372 oponentes y sólo dio 71 pasaportes, fue la mejor temporada de su carrera, en buena manera por la manera en que concluyó.
En el séptimo encuentro de la Serie Mundial de 2001, que muchos consideran la mejor de la historia, con los Yanquis adelante 2-1, Johnson trotó hacia el bullpen entre una estruendosa ovación de los aficionados de Arizona. Cuando salió listo para relevar con dos fuera en el octavo la aclamación fue más fuerte.
“De todos los grandiosos momentos de esa Serie Mundial”, dijo Brenly, “la gente sigue diciéndome que el mejor fue el de Randy trotando hacia el bullpen y cuando la puerta se abrió para que saliera al montículo, ese fue el momento más importante de esa serie”.
Johnson retiró a los cuatro bateadores que enfrentó y luego Arizona hizo dos carreras contra el panameño Mariano Rivera en la parte baja de la novena para ganar un título en apenas el cuarto año de historia de esa franquicia. Johnson tuvo marca de 3-0 en la serie y compartió el premio al Jugador Más Valioso con Curt Schilling.
Más adelante, en 2004 y a los 40 años, se convirtió en el más longevo en lanzar un juego perfecto, con los Bravos de Atlanta como víctimas.
Al visitar el Chase Field en mayo pasado para el décimo aniversario del juego perfecto, Johnson habló sobre su preparación.
“Hacía lo que me permitía sacar resultados, dijo. “No que fuera la manera correcta, sino lo que me servía. Ya sea mi forma de entrenar, mi régimen de ejercicios durante el invierno, mi pauta cuando me tocaba lanzar, mi pauta en los momentos antes de una apertura. Y me sirvió”.