Ciudad del Vaticano.- El Papa Francisco y el gran imán de Al Azhar en Egipto, Ahmed el Tayeb, sellaron con un abrazo el fin a más de cinco años de distanciamiento entre la máxima autoridad islámica sunita y el Vaticano.
Ambos líderes religiosos sostuvieron un cara a cara en privado de 25 minutos en la biblioteca personal del pontífice, ubicada en el segundo piso del Palacio Apostólico de Roma.
“¡El encuentro es el mensaje!”, exclamó el pontífice al saludar al imán, la autoridad musulmana de la rama sunita más importante del mundo.
Sentados uno junto al otro, a un lado de un gran escritorio de madera, dialogaron en privado. Al final el imán presentó a Jorge Mario Bergoglio la delegación que lo acompañaba, compuesta por unas ocho personas.
El Papa obsequió a su invitado una copia de su carta encíclica “Laudato Si”, sobre el cuidado del medio ambiente, y un medallón con la figura de una roca partida en dos que está unida por las ramas de un olivo.
Al final Francisco acompañó a el Tayeb hasta la puerta de la biblioteca donde ambos se dieron un abrazo. El imán luego se reunió en privado, junto a su comitiva, con el presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, Jean Louis Taurán, y otros funcionarios vaticanos.
Las relaciones entre la Santa Sede y la universidad al-Azhar se mantenían rotas desde el 20 de enero de 2011 cuando los representantes islámicos decidieron interrumpirlas como protesta por una denuncia del entonces Papa Benedicto XVI sobre la precaria situación de los cristianos en ese país.
El 11 de enero de ese año, en sus saludos anuales al cuerpo diplomático, Ratzinger fustigó una sucesión de ataques con bomba verificados en esos días y que habían dejado decenas de muertos, muchos de ellos cristianos coptos.
En su discurso advirtió que los atentados eran “un signo más de la urgente necesidad de que los gobiernos de la región adopten, a pesar de las dificultades y amenazas, medidas eficaces para la protección de las minorías religiosas”.
Aquellas palabras fueron muy mal recibidas por el entonces presidente Hosni Mubarak y su entorno más cercano, ya asediado por el germen de una inminente revolución popular que en los siguientes meses sería conocida como la “primavera árabe”.
Ese mismo martes 11 el gobierno egipcio llamó a consulta a su embajadora ante el Vaticano, Lamia Aly Hamada Mekhemar, en un gesto que buscó hacer patente el malestar en El Cairo.
Las afirmaciones del obispo de Roma no fueron bien recibidas tampoco por El-Tayyeb, quien las calificó de “una intervención inaceptable en los asuntos de Egipto”.
Nueve días después, el 20 de enero, las autoridades de al-Azhar anunciaron la ruptura de relaciones institucionales con el Vaticano. En contraparte el portavoz papal Federico Lombardi manifestó que permanecía “inmutada” la “línea de apertura y deseo de conversar” del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso.
Varios meses más tarde, en noviembre de 2011, la compañía italiana de ropa Benetton desató una polémica internacional tras incluir en una campaña publicitaria un fotomontaje del Papa Benedicto y el imam El-Tayyeb besándose en la boca.