La amorosa tradición de vestir figuras del Niño Dios y presentarlos en la iglesia el 2 de febrero, Día de la Candelaria, es única en México, y aunque no hay datos exactos de su inicio, por el arte sacro que se conserva, hay indicios que data de la época de la Colonial, cuando las monjas de distintos conventos, al profesar, comenzaron a arropar la figura del Niño Dios.
De alguna forma, esto fue poco a poco imitado por los feligreses, que en la medida de sus posibilidades arropaban sus figuras hechas de madera, yeso o cerámica, iniciando así esta tradición que representa el pasaje bíblico de la Presentación del Niño Jesús en el Templo de Jerusalén (Lc. 2, 22-39) y la purificación de la Virgen María a los 40 días de su parto, para cumplir la prescripción de la Ley del Antiguo Testamento (Lev. 12, 1-8).
Es por ello que en la veneración a la Virgen de la Candelaria en su día, es una fiesta también conocida como “La Presentación del Señor”, “La Purificación de María”, “La fiesta de la Luz” y “La fiesta de las Candelas”.
Al llevar a la iglesia la Niño Dios el día 2 de febrero, se lleva un cirio, vela o candela que será bendecida y al encenderla en casa, iluminará los hogares de los creyentes.
De acuerdo a estudios del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), aún se conservan piezas de niños arropados del siglo XVI.
Un mismo fin, distintas reglas
En todas las tradiciones, cada comunidad, grupo, familia o persona, tiene su muy particular forma de ver las cosas, aunque siempre comulgan en el origen católico, conservando la amorosa devoción. Incluso en un mismo estado de la República o en el mismo Distrito Federal se lleva distinta la tradición, pero todos, convergen el 2 de febrero llevando a su Niño Dios a la iglesia.
Un Niño Dios por cada hijo
Hay familias donde por tradición se compra un Niño Dios por cada hijo y este Niño los acompañará toda su vida, y se les va enseñando, a través de los años, que se le designa un padrino para arrullarlo el 24 de diciembre y se lleva a la iglesia el Día de la Candelaria, el 2 de febrero, con un vestidito nuevo.
Cada tres años se cambia de padrinos, quienes serán los encargados de comprarle su ropita nueva cada año, el primero se le viste de blanco, con un ropón, o por ejemplo como el Niño de las Palomas o el Niño de las Suertes y se le lleva recostado en un canasto o moisés muy adornado, porque aún es un bebé.
El segundo año, debido a la advocación del Cristo Rey, se lleva sentado en una sillita de madera, que semeja su trono. Acostumbran vestirlo también del Santo Niño de Atocha, que por ser un niño peregrino, se le da descanso en su sillita, o bien se le viste de cualquier niño que esté en brazos de una virgen como la del Carmen o la de la Santísima Concepción.
El tercer año se pone al Niño Dios de pie y se le viste de Jesús ya grande, como el Sagrado Corazón o el Señor de las Maravillas.
“Debe de ser un regalo”
En algunos hogares, el Niño Dios que se arrulla el 24 de diciembre, debe ser un regalo, que es considerado una bendición para ese hogar. Quien lo regala es el padrino del Niño y se hace “compadre” de los señores de la casa. La primera presentación del Niño Dios al templo el 2 de febrero, se considera como su bautizo y se acostumbra llevarlo de El Niño de las Palomas, con bolsitas de dulces de regalo para quienes van a su festejo, en alusión a que cuando José y María llevaron a presentar a Jesús y llevaron palomas blancas.
Además, es importante llevar al Niño con un cirio, que significa que él es la luz que iluminará a sus fieles durante todo el año, palabras dichas por Simeón al recibir a Jesús en el templo.
En esta tradición, el Niño Dios se hereda de generación en generación y se cuida y se venera como lo más preciado.
“Para cuidar el hogar”
Hay quien considera que en cada hogar debe haber una figura del Niño Dios, que será el encargado de “cuidar” que siempre haya amor, paz, salud, trabajo, es por ello que año con año lo visten de forma que refleje este sentir. Incluso, si se considera que ha concedido un milagro de salud, se le viste del Niño Doctor, o del Niño Cirujano, o bien es común que en las familias donde hay un policía, se le vista de Niño Policía, porque a él le encomiendan que jamás le pasé algo malo.
En esta interpretación de la tradición, hay hasta quien le ruega haga “milagros” futboleros, y los visten con el uniforme de su equipo favorito, el más socorrido es el de la Selección Nacional.
También los visten de su Santo preferido, olvidando quizá que es el Niño Dios y no se le puede vestir de Santo. Y aunque todo esto está mal visto por la Iglesia, no se le niega a ninguno la bendición el 2 de febrero, respetando la devoción y el amor con el que se trata a esta representación de Jesús niño.