México.- El muralista mexicano José Clemente Orozco, quien junto con Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros es considerado icono del muralismo mexicano, se mantiene vigente a 132 años de su nacimiento, que se cumplirán este lunes.
José Clemente Orozco nació en Zapotlán el Grande, hoy ciudad Guzmán, Jalisco, el 23 de noviembre de 1883; a la edad de dos años se trasladó su familia a Guadalajara y cinco años después a la Ciudad de México.
Ese año (1890) ingresó a la escuela primaria anexa a la Normal de Profesores y por la noche tomaba algunas clases de dibujo en la Academia de Bellas Artes de San Carlos. En 1897, su familia lo envió a estudiar por tres años la carrera de perito agrícola en la Escuela de Agricultura de San Jacinto, detalla El Colegio Nacional en su sitio electrónico (colegionacional.org.mx).
Cuentan que dejó la Escuela de Agricultura para ingresar a la Nacional Preparatoria, donde permaneció por cuatro años con el propósito de estudiar Arquitectura, pero la obsesión de la pintura lo hizo dejar los estudios preparatorios y volver a la Academia de Bellas Artes, lugar en el que estudió de 1906 a 1910.
Al morir su padre tuvo que trabajar para sostener sus estudios, estuvo como dibujante de arquitectura y en el taller gráfico de El Imparcial, así como en otras publicaciones.
En 1916 presentó su primera exposición individual en la librería Biblos, la cual fue poco comprendida por la novedad de su arte.
En 1917 viajó a Estados Unidos y a su regreso pintó algunos cuadros, en especial Soldaderas, Combate y el retrato de su madre, añade la misma fuente.
Por su parte el sitio “biografiasyvidas.com” recuerda que en 1922 se unió a Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y otros artistas para iniciar el movimiento muralista mexicano, que tan gran predicamento internacional llegó a tener y que llenó de monumentales obras las ciudades del país.
En 1925 pintó “Omnisciencia”, un mural en la Casa de los Azulejos.
De 1927 a 1934 vivió en Nueva York, Estados Unidos, donde pintó una serie de cuadros que muestran el carácter deshumanizado y mecanicista de la gran metrópoli, y otra con temas mexicanos de la Revolución; en 1930, el Frary Hall del Pomona College, en Claremont, California, se convirtió en casa del mural “Prometeo”.
En la New School for Social Research de Nueva York realizó varios murales sobre la fraternidad y la revolución universal, la esclavitud y el trabajo, las artes y las ciencias, realizados conforme a las teorías de la simetría dinámica, y en la Biblioteca Baker del Dartmouth College de Hannover, New Hampshire pintó otra serie con temas mexicanos.
Al Regresar a México realizó un gran tablero para el Palacio de Bellas Artes que Justino Fernández denominó “La katharsis” en 1934, y entre 1936 a 1939 trabajó en Guadalajara donde pintó los muros del foro del Paraninfo de la Universidad, la escalera del Palacio de Gobierno y la capilla del Hospicio Cabañas.
Para la Suprema Corte de Justicia de México, Orozco realizó dos murales: en 1940 y 1941, que son un compendio de las obsesiones de su vida: La justicia y Luchas proletarias y en 1948 para el Castillo de Chapultepec, Orozco llevó a cabo el que debía ser su último gran mural, como homenaje a uno de los políticos que, por sus orígenes indígenas y su talante liberal, más cerca estaban del artista: Benito Juárez.
El 15 de mayo de 1943 tomó posesión como Miembro Fundador de El Colegio Nacional, institución en la que presentó seis exposiciones a partir de esa fecha y que en 1946 le valió el Premio Nacional de Artes.
Orozco murió en la Ciudad de México el 7 de septiembre de 1949 y fue sepultado en la Rotonda de los Hombres Ilustres, honor que por primera vez en México se dio a un pintor.