Mérida.- Como latidos de las culturas originarias del sureste mexicano, los parachicos de Chiapas y los mayas peninsulares se congregaron en una fiesta de música y color para rememorar y pedir reconocimiento al originalidad de sus pueblos.
El Gran Museo del Mundo Maya sirvió de foro para que estas dos culturas, a través de su lengua y de sus bailes, reiteraran al mundo la grandeza de sus tradiciones y lo mismo que con el eco de los tambores o de la flauta, hicieron vibrar a los presentes con su danza y su música.
Como parte de las celebraciones del Día Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo, que se celebrÓ oficialmente el pasado 9 de agosto, la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas en Yucatán realizó un encuentro en el que los principales invitados fueron los parachicos de Chiapa de Corzo, quienes danzaron ante sus hermanos mayas, principalmente niños de albergues indígenas.
Autodenominados chicos D, cinco jóvenes mayahablantes iniciaron con la fiesta al interpretar cumbias guapachosas, cumbias rap y románticas, que lo mismo le cantan al amor y a la mujer, que hacen mofa de sus hermanos que sucumben ante la tecnología y las redes sociales.
Posteriormente el eco del caracol anunció la presencia de las emblemáticas familias mayas de los “Itzaés” y los “Cocomes”, quienes se enfrentarían en una épica lucha de guerreros jaguar y al mismo tiempo de sagrados jugadores del juego de pelota maya Pok ta pok, o juego de pelota maya.
El gran sacerdote maya bendijo a los jugadores en un encuentro que a la vez es un rito que recuerda a dos hermanos mayas que se enfrentaron a los dioses del inframundo y tras vencerlos fueron glorificados como el Sol y la Luna, de ahí la importancia de la pelota como un elemento sacro y de los adversarios como dignos herederos y los representantes de los dioses del cielo.
Tras el encuentro, la música de la flauta y el tambor hicieron eco en el moderno recinto y de inmediato los vestidos multicolores de la mujer de Chiapa de Corzo se hicieron presentes en su avance.
Mientras danzaban seguidos de los afamados parachicos con el sarape multicolor, máscaras perfectamente ceñidas a la cara, con su singular alegría hicieron bailar a los presentes, llenaron de gozo a los pequeños niños mayas que desde sus lugares bailaban el “Son del Parachico” y el “Son de María de Angulo”.
Liderados por el patrón de los parachicos, Rubicel Nigenda, continuó animando la fiesta con bailes como “El zapateado”, “El torito”, “El jabalí”, o “El caballo blanco”, ante un público que se negaba a poner fin a esta celebración de los pueblos indígenas del sureste mexicano.