México, DF.- Joaquín “El Chapo” Guzmán se sentaba en el borde de su cama en la celda número 20 y se pasaba horas contemplando la pared que tenía enfrente.
Cuando se cansaba, se dormía por ratos, y con esa rutina mataba el tiempo.
Considerado por fuentes federales como hombre de pocas palabras, evitaba hacer conversación con otros reclusos.
“La vida da vueltas”, fue de lo poco que dijo el 22 de febrero de 2014, luego de que le entregaran el reglamento carcelario y le indicaran que le tocaban la celda número 20, la misma que había ocupado en 1993 cuando fue detenido por primera vez.
Su vecino más cercano en aquellos días del año pasado, era Sigifredo Nájera “El Canicón”, quien cuando fue capturado, en 2009, era uno de los principales operadores de “Los Zetas”, y enemigo jurado del “Chapo”.
Después, Nájera fue cambiado de celda y sustituido por Jean Succar Kuri, sentenciado a 112 años de cárcel por delitos de pornografía infantil y corrupción de menores, cuyo precario estado de salud, de acuerdo con las fuentes, no era del agrado del “Chapo” Guzmán.
Nacido en Badiraguato en 1957, el líder del Cártel de Sinaloa sólo estudió hasta tercero de primaria y esto lo reflejaba al firmar los documentos del penal, pues escribir su nombre le tomaba algunos minutos.
Tampoco le gustaba leer, hojeó alguno libros que pidió a préstamo a la biblioteca del penal y aparentemente sólo termino uno.
La mayor parte se la pasaba sentando, al borde de la cama, quizá haciendo trabajar su cerebro, diagnosticado, por el personal del penal, con un IQ de 137, muy superior al de la media.