Bajo la experimentada lente de Uriel Santana, Ana de la Reguera engalana las páginas de la revista OPEN de abril, donde además da cuenta de sus gustos, disgustos, sueños y realidades.
Ana se muestra como una mujer sencilla, orgullosa de sus raíces, de su gente, de Veracruz, su tierra, a la que pese a estar pasando por una de sus peores épocas de inseguridad, ama profundamente y considera que “quien lo visita se enamora”.
Disfruta plenamente el ser actriz, hacer lo que le gusta, lo mismo una serie, que una película, que teatro clásico, aunque para esto último, sea ella misma, la que tenga que pagar por hacerlo.
“Yo perdía mucho dinero haciendo “Otelo”. Iba y venía de Los Ángeles cada fin de semana. Me salía más caro el boleto que lo que ganaba en el teatro. Pero está bien, para eso hacía uno que otro comercial… en Capadocia también me pagaban bien o ahorraba de otros trabajos para darme esos lujos”, señala a OPEN.
No es de las actrices que se pierden en el glamour, es crítica, audaz, preocupada por el entorno social y político de México, y ocupada en los suyos, una mujer que nada se calla y que mucho aporta.
Sincera, dice que no busca hacerse millonaria con la actuación, ni vivir con lujos, sin embargo, agradece que le permita viajar, disfrutar de la vida y contribuir, a través de su fundación “VeracruzANA”, a que distintos creadores desarrollen su arte en su centro cultural en Antigua, Veracruz.
“Me fascinan la cultura y el arte. Los creadores que exponen en los museos son los más agradecidos, por eso pensé, ¿qué tal si hacemos una casa en la que los artistas puedan vivir y no hacer nada más que no sea inspirarse y realizar obras acerca de Veracruz?.. Eso es más lindo que tener muchos lujos. Pero tampoco me quejo, la verdad me va bien. Tengo muchos privilegios como actriz, puedo viajar y conocer muchos lugares.
No necesito más”.