México.- A más de cuatro décadas de su creación, la serie de televisión “El Chavo del 8” continúa siendo un éxito en México, América Latina y España, porque refleja aspectos culturales cotidianos, afirmó Lourdes Sanz Moguel.
“La situación de vida capturada en la esencia de cada uno de los personajes permite reconocer situaciones comunes a toda la gente, sin importar nacionalidad o ideología”, añadió la maestra en Psicoanálisis por la Universidad de León, de Barcelona, España.
“El Chavo del 8” es una comedia de situación en la que varias personas conviven en una vecindad. El protagonista es “El Chavo”, un niño huérfano que duerme al interior de un barril, le gustan las tortas de jamón y suele meterse en problemas con los demás.
Personajes como él, “Don Ramón” (holgazán e inculto), “La Chilindrina” (traviesa e inteligente), “Doña Florinda” (mujer desaliñada), “Quico” (caprichoso y envidioso), “Profesor Jirafales” (intelectual y educado), “Señor Barriga” (adinerado) y “Doña Clotilde” (solterona), entre otros, diseñados por Roberto Gómez Bolaños, son representativos de diversas situaciones de vida.
A través del tiempo, se les ha definido como seres disfuncionales y aislados, vulgares y con lenguaje bobo, pero la experta consideró que “referirse a familias funcionales o disfuncionales, personas en soledad o no, exitosas o mediocres, es hablar de paradigmas y estereotipos que habitan en la mente de quien emite estos juicios”.
Dichas expectativas, dijo, son inconsistentes con la naturaleza del programa, porque éste no pretende predicar con el ejemplo, pues es una comedia en donde se retratan de manera amena estas experiencias.
Aclaró que ninguno de los personajes interpretados por Roberto Gómez Bolaños (El Chavo), María Antonieta de las Nieves (La Chilindrina), Carlos Villagrán (Quico), Ramón Valdés (Don Ramón) y Florinda Meza (Doña Florinda), por citar algunos, están realmente en soledad.
“Todos tienen manifestaciones de solidaridad, apoyo, acuerdo, desacuerdo. Al final existe una clara identidad y congruencia con ellos mismos”, destacó la catedrática de posgrado en el Instituto Superior de Neurociencias, Psicoanálisis y Salud Mental.
En entrevista con Notimex, recalcó que “El Chavo del 8” no fue creado con la intención de educar, sino con el objetivo de ser un espacio de diversión dirigido a adultos originalmente, aunque con el paso del tiempo se ha convertido en uno de los favoritos de muchos niños.
“Tampoco pretende presentar una vida color de rosa, pues sus personajes presentan reacciones diversas, muchas veces, impulsivas; sin embargo, también deja ver las consecuencias de las reacciones de esta naturaleza, por lo que no fomenta ni sugiere la violencia como solución, al contrario”.
Al situarlos dentro de una condición socioeconómica, podrían catalogarse en la clase media-baja, pero ello, aseguró Lourdes Sanz, no implica que estas formas de vida, personalidad, evasión de responsabilidad o reacciones no sucedan en otras clases.
“Tampoco significa que una persona desempleada, huérfana, enamorada, abandonada, envidiosa, presumida, viuda, adinerada, etcétera, supongan un estado emocional, cierta conducta, responsabilidad o irresponsabilidad de sus acciones o formas de relación social específicas”.
“El Chavo”, “Quico”, “La Chilindrina”, “Noño” y demás, subrayó, están construidos con cierto perfil que los hace representativos de ciertas perspectivas y situaciones de vida, pero las personas reales no pueden ser encasilladas en modelos paradigmáticos, por más criterios diferenciadores que se incluyan.
Frases como “Fue sin querer queriendo”, “No te juntes con esa chusma” y “Ta ta ta ta” continúan siendo adoptadas por la gente y se debe a que las personas que gustan del programa encuentran espacios de identificación y adoptan estas expresiones.
“Fue sin querer, queriendo”, explicó, es una frase en dos partes: “Fue sin querer”, es una excusa que no acepta su responsabilidad; y en la segunda parte: “queriendo”, el personaje rectifica, retoma su parte de culpa, lo cual, aseguró, “es una lección importante, si hablamos de aprendizajes”.
Este es uno de los aspectos positivos que, según la maestra en Psicoterapia Psicoanalítica por la Universidad Intercontinental (UIC) y maestra en Comunicación por la Universidad Panamericana (UP), aporta “El Chavo del 8”, además de siempre presentar soluciones.
“La convivencia retratada en las historias permite ver la forma de construcción de lazos sociales, aún en un grupo tan heterogéneo. Es una muestra de que la convivencia es posible si se reconocen las diferencias y se entabla a partir de las coincidencias.
“El programa no impone modelos moralizantes, sino aporta espacios de expresión múltiple, acertada, errada, inoportuna y precisa”, concluyó Lourdes Sanz Moguel.