Querétaro, Querétaro.- Ronaldinho sí fue el protagonista principal de su noche de debut en el balompié mexicano… aunque no de la manera que muchos esperaban.
Su nombre fue el de mayor interés al darse las alineaciones del partido y también resultó el que más se escuchó en las tribunas del Estadio Corregidora, pero no de la forma en la que la afición de Gallos Blancos ansiaba.
El escenario, las circunstancias, las tuvo para ese rol de “primer actor” en el partido. Su toma estelar se la dio el propio encuentro, el árbitro y el rival en un penalti al minuto 62, con el marcador adverso, con la posibilidad de quedar en la trama como el héroe del juego.
Sin embargo, “Dinho” causó desilusión, lamento y hasta risas, cuando cobró la falta y mandó el balón a la tribuna, sin rozar al menos el marco de Tigres, el antagonista del encuentro.
Fue su mejor escena y la desperdició después de no resaltar en el resto de la historia. Algunos piques sin desprenderse del esférico en el momento justo, pases en corto que no fructificaron, intentos de paredes donde no logró la correcta comunicación con sus compañeros, una tendencia a colocarse entre un mar de piernas del rival, sin espacio para recibir el balón.
Los intentos por salvar su actuación y llevarse las palmas de un jalón se limitaron a balón parado, en tiros libres que no inquietaron al portero adversario, Enrique Palos, y en tiros de esquina donde aspiró a ser al menos el servidor del gol que diera el empate a su equipo.
Porque el Querétaro y Ronaldinho se sometieron muy temprano a la presión, con el gol de Hérculez Gómez, de Tigres, que marcó el rumbo de la trama a los 10 minutos.
Con todo su bagaje internacional, “Dinho” no logró darle el giro a su favor y aún con tiempo y el espectador pegado en la butaca, sus piernas parecieron ya no responderle tras el fallo en el clímax del cotejo.
A partir del minuto 70, el brasileño dio muy poco, se escondió más entre los marcadores de Tigres, se alejó del balón y sólo buscó la luz en un tiro libre que sujetó Palos de nuevo.
El final resultó un tanto gris para él, y ya sólo le quedó cambiar su camiseta con el primer jugador contrario que le quedó a la mano, Édgar Gerardo Lugo.
Ronaldinho sí alcanzó el tinte protagónico del juego, pero con el incidente de su yerro al cobrar el penal. Una noche que, eso sí como se esperaba, nadie olvidará.