Miedo, culpa, tristeza, ansiedad y esperanza son las emociones que experimentan los inmigrantes mexicanos que viven en Estados Unidos, de acuerdo con un estudio realizado por la doctora en Sociología María Elena Ramos-Tovar, investigadora de la Universidad Autonóma de Nuevo León.
El estudio, “Un retrato de las emociones de los mexicanos viviendo en Estados Unidos”, inició en 2008 con entrevistas a migrantes recién llegados al país en las poblaciones de Minesota e Indiana. Actualmente, la académica, al lado de su colega, María Zúñiga, realiza un análisis comparativo con inmigrantes asentados en el Valle del Sol con el apoyo del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias del Oeste, de la Universidad Estatal de Arizona (ASU).
Los hallazgos del estudio indicaron que esta población inmigrante sufre de un deterioro mental, emocional y físico que ha mermado su identidad y establecimiento en la sociedad y sistema americanos.
“Es necesario poner en la mesa de discusión, el tema de la salud mental, que debería ser una prioridad”, dice la investigadora.
Las emociones, agrega, cumplen un papel muy importante en términos de la aceptación, el rechazo y el prejuicio hacia este grupo social.
Las entrevistas se realizaron con adultos, hombres y mujeres, de 21 a 69 años. “Se trata de una población altamente vulnerable, que enfrentan constantemente sentimientos de miedo y culpa”.
Miedo a las leyes por su condición de indocumentados, por la carencia del idioma, por la inseguridad del empleo; y culpa, por muchas razones: “por ejemplo la culpa por haber dejado a la familia en sus lugares de origen”.
Las académicas realizaron la semana pasada cuatro grupos de enfoque con inmigrantes del area de Phoenix para que compartieran experiencias de su vida en Estados Unidos.
Tristeza, un aspect en común
Las emociones son las mismas, explican sin embargo, las sociólogas encontraron que a nivel local, los inmigrantes han encontrado apoyo en la fe, grupos de apoyo en la familia y amigos, y también en instituciones educativas, “tienen un enorme deseo de encontrar alternativas para sus hijos”.
A diferencia de los grupos de Minesota e Indiana en donde observaron que muchos evaden hablar de su situación, y adquieren mecanismos de escape como el alcohol, las drogas, el casino y las compras.
Un aspecto común de ambos grupos es la tristeza, “es ese constante sentimiento de tristeza al pensar en lo que perdieron al venir a este país y que saben que nunca van a recuperar”.
“Muchos se preguntan si valió la pena”, dice Zúñiga al recordar a una de las participantes en el grupo de enfoque quien se preguntaba si había valido la pena dejar todo para venir a Estados Unidos, dejar a la familia, a los sus padres, a sus hijos”.
¿Para qué sirve el estudio, qué sigue?, se les pregunta. “Bueno, la Academia aporta el conocimiento, en este caso, estamos poniendo a disposición este estudio para que el gobierno tome acción, es decir, que desarrolle protocolos de intervención para la atención a la salud mental del inmigrante.
Y si el gobierno no actúa, existen organizaciones civiles, educativas, iglesias que podrían intervenir y realizar un impacto positivo en estas comunidades.
Las sociólogas regresarán en breve a Nuevo León en donde realizan allá un estudio similar a inmigrantes centroamericanos quienes ahora han tomado esta ruta para su ingreso a Estados Unidos.
Allá las emociones son definitivamente de miedo porque la vida del centroamericano está en riesgo constante desde el inicio de su trayecto, porque son presa de los grupos criminales.
Para más información sobre este estudio, comunicarse al Centro de Investigaciones Interdisciplinarias del Oeste, de la Universidad Estatal de Arizona (ASU).