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Incertidumbre, solidaridad y sentimiento de lucha se respira en el interior del complejo de casas móviles Mesa Royale, cuyos residentes –unas 125 familias- enfrentan un inminente desalojo.
Al margen de lo que muchos residentes consideran una arbitrariedad de las autoridades municipales y del Estado que giraron la orden de desalojo del predio donde se localizan unas 130 casas móviles, la desesperanza se apodera de varias de las familias que sienten que su pedacito de sueño americano se diluye como agua entre sus manos.
Luis Madrid ha tomado la batuta para liderar un movimiento de defensa de su vecindario a sabiendas que lo que ahí ocurre es una injusticia.
Amparado en el deseo de conservar el patrimonio de su esposa y cuatro hijos, Luis recurre casa por casa para dialogar con los vecinos e inspirar un movimiento de unidad que se ha manifestado infructuosamente en las reuniones con autoridades de la Ciudad de Mesa y del Estado.
“Nos están poniendo barreras de todo tipo, su consigna es muy clara, quieren que nos vayamos de aquí”, sostiene.
Las razones oficiales del inminente desalojo son, entre otras cosas, que el terreno –localizado en la Main St, entre las avenidas Extension y Date-, incumple con un rosario de códigos de seguridad y sanitarias.
Aunque los vecinos se han mostrado dispuestos a colaborar para poner en orden su casa, las autoridades fueron tajantes al otorgarles un ultimátum que les otorga 90 días de plazo para el desalojo.
Familias como la de Luis no se dan por vencidas. “No es justo que de buenas a primeras –sin una advertencia previa- (ni record de violaciones anteriores del propietario del terreno) vengan a decirnos que nos tenemos que ir”, dice Karina Madrid, esposa de Luis.
Danna, de 11 años, es hija de Karina y Luis. Ella está consciente de la situación y le preocupa su futuro y de sus hermanitos.
“Está duro, nos quieren quitar nuestra casa”, afirma la joven que participa en un programa de estudiantes avanzados en una secundaria de Mesa.
La niña dice que la decisión de mudarse de vecindario le afectará mucho porque tendrá que cambiarse de escuela y ella no quiere.
Isabel Mojica, otra residente, dice que recién salió de una operación cuando se enteró que en cuestión de meses se tendrá que ir a vivir a otro lado.
“No es justo”, exclama con lágrimas y voz entrecortada.
Su primera casa
Ramón Martínez tiene muchas memorias del complejo de casas móviles Mesa Royale que se resiste a dejar morir.
“Fue mi primera casa, la número 17”, dice señalando hacia una pequeña casa móvil empotrada en el vecindario.
Fueron años de sacrificio desde que llegó a este país para poder obtener un “pedacito del sueño americano”, sostiene con una mirada de desesperanza.
Con tono resignado, dice: “Siento una tristeza enorme, pero ¿Qué le va hacer uno?”.
Al igual que Ramón, Graciela Bahena tiene más de 20 años residiendo en el complejo, y dice es la primera vez que siente incertidumbre sobre su futuro.
Ella llegó al vecindario con la confianza de que finalmente después de varios años de sacrificio podía sentir un pedacito de patrimonio.
La casa que ha habitado por más de dos décadas fue adquirida por una de sus hijas, y ésta se convirtió en su hogar.
“Nos quieren echar como a unos animales”, dice en tono de reclamo. ¿A dónde nos vamos a ir? ¿qué quieren que hagamos sin dinero y sin apoyo? cuestiona.
En este caso hay más preguntas que las respuestas que han tenido los vecinos. “intuimos que hay corrupción y desinterés de las autoridades por ayudarnos”, dice Luis Madrid.