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Rancho Feliz es una organización sin fines de lucro que a lo largo de tres décadas se ha levantado como un centro que brinda esperanza a familias en pobreza extrema a lo largo de frontera del lado mexicano.
La solidaridad de miles de voluntarios procedentes de diferentes partes de los Estados Unidos y de Canadá, entre otros países, se refleja en una mayor justicia social para los sectores más vulnerables de la comunidad en Agua Prieta, Sonora, frontera colindante con Douglas, Arizona.
La organización provee una guardería para una comunidad denominada “Vecinos sin fronteras” en donde brinda instrucción y enseñanza de primer nivel, así como un refugio seguro para cientos de niños.
Todo comenzó hace 30 años en una cena de Acción de Gracias, recuerda Gil Gillenwater, director y fundador de Rancho Feliz.
Mientras compartía alimentos con su familia se puso a reflexionar sobre la necesidad en las familias que viven en pobreza extrema.
Con el deseo de compartir un poco de las bendiciones que ha recibido se aventuró junto con su hermano Troy y un grupo de voluntarios a llevar comida a las familias necesitadas en Nogales, México.
Tras este primer acto de generosidad, decidió repetir la acción en Agua Prieta, una pequeña comunidad fronteriza donde el contraste social está muy definido por la pobreza extrema en que viven decenas de familias en zonas periféricas.
La solidaridad traspasando fronteras para ayudar a los necesitados pronto se convirtió en un proyecto que empezó a ganar apoyo de voluntarios y de donativos.
“Yo deseo que las familias poco privilegiadas que viven en la frontera tengan la misma calidad de vida que la mayoría de las personas que viven en Estados Unidos”, dice Gillenwater.
La jornada de asistencia a los pobres con comida, juguetes, ropa y servicios de salud se convirtió con los años en Rancho Feliz, organización que ha invertido más de diez millones de dólares durante los 30 años de estar presente en la frontera.