Un sentimiento patriota y el deseo de servir a su país para contribuir a dejar un mejor futuro a su familia, fueron el principal impulso para que el hoy veterano de guerra, Robert Espinoza se enlistara en el ejército de los Estados Unidos.
Espinoza, de 93, nativo de Arizona y descendiente de mexicanos, es veterano y sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial.
Se puso el uniforme y decidió ir a la guerra porque quería servir a su país, y para demostrar a la comunidad anglosajona que los mexicanoamericanos tienen orgullo y patriotismo.
Este 11 de noviembre se conmemora el Día de los Veteranos, una fecha especial para dar reconocimiento a los hombres y mujeres que han sacrificado sus vidas en el campo de batalla peleando por la libertad de los estadounidenses.
Un restaurant de “pancakes” en Phoenix tiene, como cada año, una mesa reservada para don Robert, quien así, disfrutando un desayuno con la familia, es como celebra esta fecha.
En una entrevista realizada en 2014, Espinoza nos compartió parte de las memorias de un veterano de guerra chicano que sobrevivió a los campos de batalla y que, pese a la discriminación existente aún en la actualidad, no rajo en exponer su vida por la patria que considera suya.
¿Qué haces aquí mexicano? Le preguntó el reclutador de aspirantes al ejército cuando Espinoza apareció en la fila para enlistarse. “Yo le reviré ¿qué haces tú aquí?”, recuerda el hombre que posteriormente se ganara el respeto y la confianza de sus compañeros de batalla.
En la milicia, Robert Espinoza era conocido como el “Espi” (Espinoza en corto), un mexicanoamericano que no le temía a nada.
“¿Miedo?. En el campo de batalla no se me cruzaba por la mente el miedo de morir, estaba enfocado en lo que tenía que hacer en ese momento”, recuerda.
Durante cuatro años estuvo asignado a diferentes unidades militares, pero fue en Guam, una isla localizada en el Pacífico Occidental perteneciente a Estados Unidos, donde el destino lo alcanzó.
Una emboscada de los japoneses le dejó severas heridas en una de sus piernas. “Corrí con suerte”, recuerda. Otros amigos combatientes resultaron con heridas aún más graves.
“La guerra se terminó para mí en ese momento”, cuenta. Espinoza fue trasladado a Pearl Harbor y posteriormente enviado de regreso a los Estados Unidos, a un hospital en California, donde prosiguió con las curaciones y la rehabilitación.
Corazón Púrpura
Robert Espinoza fue condecorado con la medalla Corazón Púrpura, un reconocimiento de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos que se otorga a combatientes que han sido heridos o muertos en la línea de fuego.
De vuelta en Phoenix, dice que continúo su vida como civil, se casó, formó una familia y se aseguró de que aquello por lo que él había luchado se mantuviera como uno de los valores más importantes de los suyos: orgullo, dignidad y respeto.
¿Cómo celebra el Día de los Veteranos? Con sentido del humor, el “Espi” responde: “Me voy a comer gratis a un IHOP”.
Las causas bélicas del estallido de la Segunda Guerra Mundial fueron dos: en Occidente, la invasión de Polonia por las tropas alemanas y, en Oriente, la invasión japonesa de China, las colonias británicas, neerlandesas y posteriormente el ataque a Pearl Harbor, según Wikipedia.
“Todos estábamos en peligro, la guerra era un problema de nosotros, era necesario ir a luchar para defender nuestra libertad y ayudar a mantener la paz”, reitera Espinoza.
Y concluye: “Me enlisté porque quería hacer algo por mi país y porque mis hijos no fueran discriminados, creo que lo hice bien, aquí sigo a Dios gracias”.
La intervención del ejército de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial fue un mal necesario, así justifica Robert Espinoza su participación en el conflicto bélico más mortífero de la historia de la humanidad.
“La guerra no es algo bueno, pero fue una época en la que no había otra opción para los Estados Unidos, había que contener la amenaza que representaba (Adolf) Hitler y teníamos que responder al ataque de Japón (en Pearl Harbor)”, sostiene.
La Segunda Guerra Mundial se desarrolló entre 1939 y 1945. Se calcula que dejó entre 50 y 70 millones de víctimas.