A pesar de su corta edad, Julio Rubio, un inmigrante mexicano, ha logrado cumplir sus sueños, uno de ellos el servir a su comunidad a través de la noble labor de la docencia.
Rubio, de 29 años, terminó sus estudios de la Licenciatura en Español por la Universidad del Norte de Arizona (NAU) a muy temprana edad; posteriormente obtuvo una Maestría en Educación gracias a una beca.
La visión de convertirse en educador surgió durante su etapa escolar en su natal México, antes de emigrar a los Estados Unidos a la edad de 13.
Su maestra de español habría influido en la vida de aquel niño dejando la semilla del saber depositada en sus metas.
Como todo inmigrante que recién llega a un país nuevo, Julio tuvo que superar varias barreras, empezando por el idioma.
Sin embargo, lejos de darse por vencido en cada reto, su fe, perseverancia y el hambre de convertirse en un maestro le llevó a superar exitosamente cada obstáculo.
Su primera asignación al frente de un aula fue en el Colegio Comunitario South Mountain, en el sur de Phoenix.
Su enfoque en la educación combinado con sus experiencias le ganaron un espacio de reconocimiento en dicho plantel, donde recibió la nominación de sus compañeros docentes y alumnos para los Premios Esperanza, que anualmente entrega la organización Chicanos Por La Causa (CPLC) a los maestros más destacados de Arizona.
En 2012, Julio Rubio fue galardonado con uno de los Premios Esperanza, convirtiéndose en el maestro más joven en obtener dicha distinción.
“Julio es un joven y maestro ejemplar que se ha ganado el respeto de toda la comunidad y sus alumnos sienten una profunda admiración e inspiración por él”, comparte Marisela Flores, portavoz de CPLC.
Actualmente Rubio es el asistente del director de la preparatoria Metro Tech, en donde funge como el puente de enlace con los padres de familia, además de ser quien supervisa el orden, seguridad y disciplina estudiantil.
En su pequeña oficina, situada en el edificio de Administración de Metro Tech, se observa un sinnúmero de reconocimientos, entre éstos uno que le otorgó la Ciudad de Phoenix reconociéndolo como uno de los latinos más influyentes de la ciudad.
En las paredes de “ego” se destaca el valor más preciado de Julio Rubio: Su esposa y sus dos pequeños hijos en un rosario de fotografías que decoran, alegran, y mantienen con los “pies sobre la tierra” al joven maestro.
A pesar de los retos diarios que enfrentan los maestros en su profesión, especialmente en Arizona, donde recortes del presupuesto Estatal a la educación han sido una constante, educadores como Julio Rubio ponen en relieve la pasión por la enseñanza y su ejemplo, sin duda, mantiene la esperanza e inspiración en la noble tarea de la docencia.
“Es algo que me motiva diariamente, el ver a los alumnos aprender y motivarse ellos mismos a salir adelante en sus sueños, me dice que elegí la carrera adecuada”, afirma.