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Roma, Italia.- Cómo puede un joven renunciar a un gran futuro profesional; a la experiencia de tener una familia propia y a todos los placeres y beneficios de una vida laica para convertirse en un sacerdote que dedicará toda su vida al servicio de Dios y de los demás.
Para el diácono Fernando Camou de 25 años, quien el 27 de junio se convertirá en el primer sacerdote de origen mexicano, nacido y crecido en Phoenix, no es fácil explicarlo, pero afirma que son varios aspectos los que motivan a un joven a dedicar su vida a Dios.
“En mi caso personal creo que fueron varias cosas sumadas las que me trajeron aquí; una de ellas que influyó, sin duda, es que yo crecí en el seno de una familia católica que vive en comunión con Dios y en contacto permanente con la iglesia.
Desde mi infancia yo viví los principios del evangelio y escuché la palabra de Dios en casa a través de mis padres, especialmente mi madre que estaba siempre con nosotros y que nos educó en casa hasta antes de ir al colegio”.
Sin embargo, cuenta en exclusiva para Mixed Voces desde Roma el diácono de orígenes sonorenses, que a pesar de los principios religiosos que su familia le inculcaba en la vida cotidiana, no fue hasta que él por sí mismo experimentó la presencia viva de Dios en su interior cuando nacieron sus primeras inquietudes.
Una relación personal con Dios
“Estábamos en un retiro donde un grupo de personas nos preparaba para hacer el sacramento de la confirmación, yo tenía 14 años y durante las charlas y unas oraciones en las que intentaban transmitirnos la fe, yo sentí por primera vez de una manera muy profunda que Dios me amaba personalmente: Desde aquel momento me pregunté: ¿qué querrá Dios de mí? Hablé con mis padres de mi inquietud de ir al seminario; me dieron todo su apoyo y me sugirieron esperar a tener 18 años.
Aquella inquitud aunque seguió viva en su interior, no le impidió a Fernando seguir una vida normal como cualquier adolescente.
Confiesa que cuando tenía la oportunidad preguntaba sobre el seminario y cómo sería la vida eclesiástica para un joven, pero en tanto, disfrutaba la cotidianeidad de su adolescencia.
“Tuve una novia; estabamos muy enamorados, ella es una excelente persona y tengo un recuerdo bellísimo. Nunca olvidaré el día en que le hablé de mi vocación y de mi intención de ingresar al seminario, fue un momento muy triste, pero también me dio una paz muy profunda y nunca volví a mirar atrás”.
La renuncia a la belleza de ser padre de familia
Cuando terminó la high school, Fernando se acercó al director de vocaciones de la Diocesís de Phoenix para buscar apoyo a sus inquietudes; ya había cumplido 18 años, que es la edad mínima para ingresar al seminario, y después de una serie de pruebas y exámenes de vocación, médicos, psicológios y psiquiátricos fue aceptado para hacer estudios filosóficos y cristianos durante tres años en el seminario de Ohio, y después 4 años en el Pontifical North American College, en Roma.
“Los tres primeros años fueron una gran prueba para mí, tuve dudas sobre mi futuro; me llegué a enfadar algunas veces como todo joven del encierro y pensé en la renuncia a la belleza y dignidad de ser padre; sin embargo, te puedo decir que nunca dudé que mi camino es servir a Dios. Quiero ayudar a otros a encontrar la libertad y la felicidad de vivir en Dios”.
Como a cualquier joven, a Fernando, quien se ordenará sacerdote en la Diocesís de Phoenix, le inquieta y emociona su nueva vida. Sabe que probablemente será asignado a una parroquia de la periferia de Phoenix y le agrada mucho la idea de poder estar con la gente y ayudar a las familias.
“Vengo de una familia católica con valores muy sólidos, con fallas como todas las familias y donde conocí bien los principios para vivir en armonia familiar.
No tengo ninguna autoridad, pero me gustaría mucho poder ayudar, aprender a ayudar a quien lo necesite, sé que muchas familias vivien en crisis por tantas razones y quisiera decirles que las fallas son la inspiración más fuerte para el éxito”.
La vida aislada en el seminario; el estar alejado de su familia y amigos ha sido una dura prueba para Fernando, y como todos los jóvenes seminaristas de verdadera vocación, ha tenido que dejar mucho, pero afirma que ha recibido mucho más de lo que ha dado.
“Me preocupan los jóvenes y quisiera decirles que el camino de Dios vale la pena, sé que en nuestra sociedad no es fácil que ante tanto fracaso los jóvenes vivan con miedo. Muchos han perdido la esperanza.
Los invito a buscar el potencial bueno de la gente, de la vida, a cambiar nosotros mismos para ver la vida con otros ojos y a escuchar la voz de Dios que está por todas partes…”.
Es un orgullo de la Diócesis
El Obispo de la Diócesis Católica de Phoenix, Thomas J. Olmsted, manifestó su beneplácito a la ordenación sacerdotal de Camou.
“Estoy profundamente agradecido de que Dios haya llamado a Fernando Camou para ser sacerdote en nuestra Diócesis, y que él ha respondido con gran alegría en su corazón”, expresó el prelado.
“El viene de una familia de una gran fortaleza en la fe y que brinda testimonio del amor de Cristo. Será un honor ordenarlo como sacerdote”, puntualizó Olmsted.
Fernando Camou será ordenado sacerdote el próximo sábado 27 de junio a las 10 de la mañana en la Catedral de San Simón y Judas, localizada en 6351 N. 27th Ave, en Phoenix.
Un día antes de la ordenación encabezada por el Obispo de la Diócesis de Phoenix, Thomas Olmsted, se realizará una Hora Santa en la misma catedral en punto de las 6:30 de la tarde. La comunidad latina de Phoenix está invitada a ser partícipe de este acontecimiento histórico para los feligreses católicos de Arizona.