Rosa Tequida, periodista mexicana. En 2002 fue nombrada Periodista Latina del Año por la National Association of Hispanic Journalist.
“Buscaban la felicidad…”, dijo con tristeza el Papa Francisco el pasado domingo durante el Angelus a las miles de personas que lo escuchamos en silencio… un silencio que caló hondo y se hizo largo en la Plaza San Pedro…
El Pontífice se refería a los 700 inmigrantes procentes de países africanos que naufragaron en las aguas del Mediterráneo, a 60 millas del norte de Libia, cuando la vieja barca de pesca que los trasportaba de manera ilegal se volcó, aparentemente, debido al sobrepeso, dejando a hombres, mujeres y niños a merced de las aguas que alcanzan profundidades de 400 metros.
Hasta ahora, en las aguas meditérraneas que se conocen como Canal de Sicilia se han encontrado 28 sobrevivientes y 24 cadáveres.
La Guardia Costera italiana y decenas de voluntaries continúan aún la busqueda; sabemos por experiencias pasadas, que confome trascurre más tiempo se vuelve más difícil encontrar sobrevivientes y que es muy complicado recuperar los cadáveres debido a la profundidad de las aguas.
De acuerdo a las últimas noticias, de los 700 que viajaban en la barca se cree serán más de 600 los inmigrantes que han perdido la vida en ese mar. Nadie tiene siquiera la cereteza de sus nombres. Seguramente sus familiares en sus países de origen cuando sepan la noticia del naufragio les llorarán a su recuerdo, sin un cuerpo a quien darle el último adiós con dignidad…
Los viajes de la esperanza de cientos de hombres, mujeres y niños que a diario intentan escapar de la guerra, la miseria y el hambre terminan en tragedias que han sembrado el Mediterráneo de muerte y desolación.
Tan sólo en lo que va de este año ya han perecido aproximadamente 1600 inmigrantes.
Cada vez que ocurre una tragedia, sobre todo una de gran magnitud como ésta, las organizaciones humanitarias, las Naciones Unidas y el Papa Francisco levantan la voz a la Unión Europea echándole en cara su irresponsabilidad por la falta de un proyecto común que pueda poner fin a estas muertes absurdas.
Pero a ninguno de los gobernantes europeos parece importarle mucho la vida y el destino de estos miles de desesperados; esperamos que esta terrible tragedia, la peor ocurrida hasta ahora, les toque la conciencia para crear finalmente, lo más pronto posible, una política migratoria que divida las responsabildades entre los los países miembros.
Una política migratoria que cree canales seguros para que los inmigrantes y refugiados puedan llegar a Europa sin tener que arriesgar la vida en altamar; un proyecto que los integre a las sociedades y los ayude a crearse una nueva vida con sus familias.
Los inmigrantes que huyen de las guerras y el hambre procentes de países africanos y asiáticos conocen bien los riesgos que corren, y aún así prefieren intentar buscarse una vida antes que permanecer inmóviles esperando ser víctimas de la violencia de las guerras o el hambre.
En los lugares hostiles donde habitan ya han agotado todas su posibilidades de sobrevivencia y no les queda ninguna esperanza de un futuro: huir les da, al menos una oportunidad de seguir luchando por sus vidas y como dijo el Papa Francisco, salen a buscarse la felicidad.
A propósito de la felicidad, por ejemplo, la Declaración de Independencia de lo Estados Unidos dice en un pasaje: “… todos los hombres son creados iguales y están dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables, entre los cuales están el derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad…”
Todos tenemos derecho a buscar la felicidad. Es un derecho humano como la libertad, la vivienda, el trabajo, la salud, etc., por supuesto, entendida como la posibilidad de estar en condiciones para poder enfrentar la vida sin tener que arriesgarla o perderla de una manera absurda como estos inmigrantes.
Al fin de todo la búsqueda de la felicidad es la única y verdadera razón de la existencia humana, y los “educados” miembros de la UE no desconocen que la decisión de escapar de los inmigrantes en las barcas en manos de traficantes de humanos sin escrúpulos, es una cuestión de sobrevivencia, y representa para ellos quiza la única posibilidad se seguir viviendo… una oportunidad de poder buscar su felicidad…